Este domingo fue publicado en La Nación Revista, como nota de tapa, un artículo sobre “la educación del futuro”. En la misma, se pregunta a una serie de “especialistas” acerca de diferentes cuestiones: la articulación con el mundo laboral, el rol de la sociedad civil en la educación, el vínculo de la educación formal con la sociedad de la información –nuevas plataformas y formatos–, las formas biológicas de la construcción del conocimiento y, por ahí medio oculto entre la maleza de los gurúes, las políticas públicas. Desde ya, estos temas son algunas de las variables más importantes para pensar un proyecto educativo, y deben ser abordados en profundidad. No obstante, es pertinente señalar algunas operaciones imperceptibles que despliega el artículo.
La compañera Débora Kozak (@dkozaktw en Twitter), desde su blog, realizó algunas puntualizaciones: la subestimación del docente, la voz otorgada a personas que, salvo una, están muy por fuera del sistema educativo. Su lectura es recomendable, para empezar a reflexionar acerca de qué nos pasa a los profesores que damos clases todos los días en los niveles obligatorios y en la formación docente, al leer este tipo de cosas.
No hay un solo docente de la escuela pública entre los entrevistados. Ni uno solo. En Argentina hay más de 700.000 docentes dando clases. Ni uno solo de ellos fue convocado para hablar de la educación del futuro. Lo que merodea constantemente la nota es la palabra innovación como si fuera el abracadabra preformativo que nos permita pasar a tener la educación de Finlandia, tan ponderada siempre. Además, se presenta a esa innovación en buena parte de la nota como indisociada de tecnologías e investigaciones de punta.
La educación argentina vive, en este preciso instante en que leés esto, un proceso de masificación sin precedentes para un sistema que no estaba preparado para esa masificación –cabría preguntarse, desde luego, si algún sistema de gestión estatal estuvo alguna vez “preparado” para modificaciones estructurales, o si se fueron dando conforme se planteaban las crisis–. Esto implica poner blanco sobre negro las obsolescencias del sistema, y resaltar con marcador las necesidades urgentes. Quienes damos clases diariamente las conocemos de sobra. Sabemos qué sirve, qué no sirve, qué necesidades de la escuela no están siendo satisfechas. Porque esas son las variables de nuestro trabajo y las que, muchísimas veces, nos llevan a la frustración.
La no apelación a docentes “reales” parte de una subestimación del rol y contribuye a la cristalización de los sentidos comunes: los docentes somos todas maestras de Gasalla, con el rouge que nos tiñó los dientes y una irrefrenable vocación por maltratar a los alumnos. Indudablemente, ante esa caricatura, pretender innovación es imposible.
¿Hay maestras de Gasalla en las escuelas? Hay. Pero son una población muy minoritaria y en vías de extinción, gracias a quien corresponda.
El problema es: con esta escuela masificada, con un sistema no preparado para esa modificación estructural, ¿qué es innovar? Un especialista –economista, director de un banco y titular del CIPPEC–, sostiene que “si no empezamos a pensar al alumno fuera del aula y después de la escuela, no tendremos chance”. Los docentes hace rato que incorporamos, por la fuerza, la necesidad de pensar al alumno fuera del aula: sus consumos, sus sociabilidades barriales, su entorno familiar, sus carencias. La experiencia adquirida por los docentes para contemplar estas variables no puede ser catalogada de otra manera que no sea innovación pedagógica. Esa es la primer innovación que hemos tenido que aprender a pura experiencia, pues el mercado de capacitaciones se ocupa muy poco, por ahora, de estos temas. Y es la más crítica. Y lo hemos hecho, muchas veces intuitivamente, otras con más andamiaje teórico. Nadie que analice las problemáticas socioeducativas en la escuela puede no hablar con los docentes. Sin embargo, en la nota se obvió el problema más grave de la escuela pública, y donde se han producido más innovaciones desde los docentes. Justamente, el tema de la inclusión: el desafío más tremendo al sistema.
Desde ya, apunta también al problema de la adquisición de los conocimientos, y aquí se produce otra operación interesante que tiene, también, a la maestra de Gasalla como fantasma que recorre La Nación: la identificación enciclopedismo/autoridad/autoritarismo/disciplinamiento. Entonces, se afirma que “los chicos enseñan mejor que los docentes”, destrozando siglos y océanos de tinta sobre cómo se construye autoridad legítima, democrática, inclusiva, desde el rol de facilitador de la construcción del conocimiento, en un ambiente (la escuela) dedicado justamente a eso. Como afirmó el gran Pindo Siede: el fin de la educación disciplinadora no dejó más libertad, sino menos vínculos y solidaridades. No se puede obviar el rol del adulto, que sabe cómo se ordenan y articulan los conocimientos, que conoce los circuitos de actualización y circulación de los saberes socialmente válidos, para decir que en realidad los chicos “enseñan mejor”. Si algunos de los referentes de las tan de moda neurociencias leyeran algo de pedagogía, sabrían diferenciar “formas biológicas y afectivas de la apropiación del conocimiento” de “circuitos de construcción de saberes socialmente validados”. No fue el caso en la nota.
La nota se publica, ¿casualmente? en medio de una discusión paritaria conflictiva que incluye formas claramente torpes desde el Estado. En medio, también, de una avanzada normativa sobre formas represivas clásicas de la protesta social. Y sobre un sentido común que indica que los docentes debemos trabajar gratis en aras de “nuestra vocación”. Los docentes no somos ni vírgenes vestales que desean sacrificar su vida desinteresadamente por los niños, ni empleados administrativos alienados de una oficina que van, completan tareas rutinarias asignadas, fichan y se van, cobrando por eso.
Somos profesionales del conocimiento. A pesar de las promesas del partido de gobierno, que se ha llenado la boca hablando de “jerarquización docente”, eso no ha sucedido jamás en su gestión de CABA –distrito con mayor ingresos corrientes per cápita del país–, más bien al revés: ha habido lentos y constantes pasos en el camino del deterioro. Quienes conocemos y criticamos la gestión PRO, no esperamos revoluciones educativas.
Pues bien, la nota de La Nación puede funcionar tranquilamente para mostrar a un grupo de adultos desestructurados -los «gurúes»- que piensan más allá del salario –porque, no quepa la menor duda, ganan muchísimo más que un docente– con propuestas disruptivas para la educación.
Hablan de formatos tipo charlas TEDx. Eso ya sucede en la escuela: donde trabajo, un grupo de docentes organizó una charla en el marco de la Educación Sexual Integral para charlar con los alumnos acerca de cómo es vivir la homosexualidad en una sociedad atravesada por los modelos patriarcales. Eso fue ferozmente disruptivo.
Otra profesional consultada por la revista sostiene que los chicos son especialistas en las tecnologías de información y la comunicación, y lo que no lo entienden lo buscan en un tutorial de YouTube. Si conociera la escuela –y no sólo a un grupo de adolescentes de un colegio privado de Buenos Aires–, vería consumos mucho más acríticos y standarizados de las redes sociales y la mass media por parte de la mayoría de los adolescentes, que muy lejos están de entender que un tutorial de YouTube puede solucionarle tal o cual problema. Por no mencionar, desde ya, que en las escuelas públicas no hay wi fi abierta, de forma que el uso de internet debe incluir el traslado a la sala de informática, donde las computadoras son viejas, lentas y no hay suficientes, transformando la apelación a la tecnología en toda una movida logística que insume tiempos de clase. Si contáramos con wi fi abierta, usaríamos los mismos celulares de los chicos y el cambio empezaría a ser radical. Pero no. En vez de naturalizar las (ya no tan) nuevas tecnologías, en la escuela usar una computadora sigue siendo algo extraordinario.
Como se podrá apreciar, desde los centros de presunta vanguardia educativa a las escuelas reales no sólo hay un abismo tecnológico, sino que queda además en evidencia que los docentes ya hemos estado innovando hace mucho tiempo, y con muchos menos recursos, en algunos aspectos que no requieren mediaciones tecnológicas. Con experiencias deslumbrantes y significativas, y habiendo reflexionado formas de intervención sobre problemáticas sociales que la nota elige callar.
Sería falaz, por supuesto, presentar a los 700.000 docentes como 700.000 innovadores vanguardistas, o 700.000 agentes que toman su trabajo docente como una actividad social integral. Sin dudas, el abandono estatal, los salarios magros de acuerdo a las responsabilidades, la indefinición de los sentidos de la escuela –otro tema que la nota calla– llevan a muchos docentes a caer en rutinas burocratizadas y alienadas. Pero es indudable que, también, en ese enorme universo de trabajadores hay elementos de enorme dinamismo y creatividad, callados por los medios masivos de comunicación y ninguneados como interlocutores del Estado, que en silencio y con cariño, están transformando la educación.
Mucho más rápida y significativamente que los gurúes que salen en la revista.
Por supuesto que ideas innovadoras gay desde siempre. Maravillosa fue la escuela de las hermanas Cossettini, en Santa Fe o la enseñanza de la kectura de manera colabirativa en 1914 por el método Montessori. El artículo de Ka Nación también aportó ideas innovadiras y lo celebro!!!! Y no me importa que no haya maestros de escuelas públucas, hecho en el que reparé porque se acerca en este blog. A mí, como a muchos colegas docentes , que celebramos la innovación, sea de la época que sea y sea de quien la acerque, siemore que nutra ka educación, nis trajo aires frescos. Y ojalá publiquen más. Lo triste es qye de la innovación se habla mucho, pero se aplica poco. Recomiendo los libros de abordaje de. Ciencias Naturales en la escuela Primaria, de Melina Furman , una de las » especialistas’ que se nombra en el art de La Nación.
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Yo soy el que habló de TEDx, pero no hablé de lo que vos dijiste…hablamos de esto.. https://www.youtube.com/watch?v=eTx7lYMIBfc
No puedo hablar por todos pero en mi caso creo que hiciste una lectura desinformada y simplista sobre lo que hacemos… Si querés que te dé mas información tenés mi contacto…
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Ariel, este artículo no busca desmerecer el laburo de nadie, sino señalar las representaciones que se traslucen de la nota en LNR, tal como se afirma.
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