Profe, tengo una pregunta (el nombre maldito)

Publicado el 1 de septiembre en Revista Anfibia

El miércoles 30 de agosto empecé la clase de Historia en 4° año con menos tiempo del habitual. La profe de Literatura me había pedido una de mis dos horas porque quería terminar de ver una película, de modo que solo me quedaban 40 minutos. En ese tiempo una tenía que hacer un repaso velocísimo –imposible, banal– de las políticas sociales del peronismo.

 —Saquen la fotocopia, vamos a mirar rápido las páginas 67 y 68.

 Los alumnos manipulaban constituciones nacionales, las apartaban, las guardaban.

 —¿Tienen prueba de Derecho hoy?

—Sí —contestaron.

Así que un par de minutos después de encarar el trabajo para un lado, y con pocos minutos por delante, decidí darles una mano y mirar algunas cosas que, pensé, les podrían resultar útiles para la prueba.

 —Esperen hagamos una cosa: agarren sus constituciones y busquen el artículo 14 bis. Guadalupe, léelo en voz alta.

—“El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes…” —empezó a leer Guadalupe. La iba frenando para hacer algunas puntualizaciones—. “…participación en las ganancias de las empresas…”.

—Quedémonos ahí.

Empezamos un debate acerca del significado de este fragmento, del contexto político de la sanción de la reforma constitucional de 1949 y del de su anulación en 1957, de su soslayo a pesar de ser un derecho constitucional. La charla fue derivando hacia la inconsistencia entre la letra de la ley y su cumplimiento efectivo.

 —Profe, ¿vio el video que salió sobre lo de Santiago Maldonado? —preguntó María V.

—No. A ver, busquen el artículo 75, inciso 17. Sabrina, léelo. Y Sabrina arrancó.

—“Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar… la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan”.

—Frená ahí.

***

Quienes no son docentes ni alumnos desconocen la cotidianidad de los vínculos que construimos todos los días en las aulas. Esto impide reconocer algunas de sus lógicas de funcionamiento: un docente puede planificar hasta el más imperceptible de los detalles de una clase, seleccionar cuidadosamente los contenidos, materiales y consignas a desarrollar. Puede haber tomado todas las precauciones que nos enseñaron en el profesorado para reducir al mínimo el vacío o la falta de tiempo. Pero la clase, como toda aplicación real de un diseño imaginado, se topa con variables de incertidumbre.

En el aula, esos elementos disruptivos, muchas veces, tienen que ver con un tejido social desgarrado y sus efectos –pibes llorando, golpeados, violentos, pibas embarazadas a los 13–, con la falta de infraestructura –faltó el único profe que tiene llave del armario donde está el proyector– y otros aspectos macro. Pero por fuera de las guadañas de la alienación que acechan al trabajo docente, hay una variable de incertidumbre que, por el contrario, es la más virtuosa de todas: la pregunta de los pibes.

Más aún: no cualquier pregunta sino la que funciona de punta del iceberg, de Aleph borgeano de inquietudes solapadas que se han ido configurando lentamente en la subjetividad de los pibes. Y por alguna razón, la desaparición de Santiago Maldonado funcionó así.

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2 respuestas a “Profe, tengo una pregunta (el nombre maldito)

  1. Me parece muy bien cómo los propios chicos son los interesados en sacarse las inquietudes y que existen docentes que puedan transmitirles una explicación o formular un debate en la clase, como docente me enorgullece que colegas puedan hablar de esto en el secundario. No obstante, considero que hablar acerca de esto en el nivel inicial o en la primaria no me parece adecuado hablar con los chicos, ya que son solo criaturas que apenas saben su nombre y algunas palabras, no digo que la primaria el docente tiene que «adoctrinar» o solo ser alguien que les enseñe solo a sumar, restar y leer; sino que no es adecuado en los primeros años, deberíamos empezar a desarrollar cómo hacer para que un chico comprenda un texto o una consigna, eso es FUNDAMENTAL. Todo docente sabe que enseñar no es fácil, yo creo en que el chico NO TIENE QUE PASAR DE AÑO APROBANDO SOLAMENTE LA MATERIA, SINO QUE DEBE ENTENDER LA MATERIA Y SUS CONTENIDOS, TANTO HECHOS HISTÓRICOS COMO SOCIO-POLÍTICOS. No debemos subestimarlos, ellos son el futuro.

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  2. En mi primaria, me encantaba la historia -en general las ciencias sociales- pero más la historia. Estaba convencida que si aprendíamos de ella no podíamos volver a pasar por lo mismo. Seguro que lo había leído en algun lado, pero no recuerdo en donde o si fue una maestra quien lo dijo alguna vez.
    sin embargo, lo que más recuerdo fue en 6 grado cuando mi maestra Gloria por primera vez se atrevió a cuestionar la historia. Hasta ahí, yo pensaba que la historia era la sucesión de hechos contados, relatados. La verdad en la diacronía. Pero esa mañana Gloria se atrevió a cuestionar la versión sobre Rosas y el rosismo -esa lectura mitrista y liberal que señala que Rosas fue un sanguinario, un dictador y un violento-. Dijo -y hoy 26 años después la recuerdo- hay algunos historiadores que no están de acuerdo con esta lectura de la historia. Solo tuvo que decir eso, para que al menos una de sus alumnas se conmocionara y se detuviera ante una verdad que la escuela no repite mucho: la historia es el relato de aquellos que pudieron escribirla y, por ende, en general de aquellos que detentan el poder para hacerlo. Así como esa historia es relatada a mi, patagónica nacida y criada, me relataron una historia sobre los indios que mi maestra de 4 grado se dedicó a desarmar, tan solo enseñandonos algunas palabras en Mapuche y recordándonos que los nombres de muchos lugares son mapuches (Neuquén, Cutralcó, Ruca Co, etc).
    Tenía 9 y 11 años cuando eso pasó y fue el motor para que luego, 10 años después tomara la determinación de estudiar arqueología. Hoy, ya recibida y doctorada sé -porque leo manuales escolares- que la historia edulcorada que le recitan a los pibes en las aulas no solo es mentira sino que es una construcción ideológica terrible destinada a justificar uno de los genocidos más oscuros de nuestro país. Hoy, que soy arquéologa sé que los manuales de historia tuvieron una clara orientación ideológica al mencionar a los tehuelches como los habitantes originarios de rio Negro y a los Mapuches como los invasores. Lo sé, porque la arqueología me dió no solo las herramientas necesarías para leer las fuentes, sino porque la arqueología ha dado ya muchos pasos para demostrar con evidencias que los habitantes de la patagonia tienen una complejidad histórica que no se reduce a mapuches, tehuelches, chile y argentina.
    Digo todo esto para celebrar a Gloria, mi maestra que un día dijo algo que no estaba en el guión de una materia y puso un granito en mi formación. 11 años tenía. No me lo olvido más.

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