No desearás la mujer de tu prójimo.

“En todo pueblo hay una antorcha – el maestro – y  un extintor – el sacerdote-.”

Victor Hugo

(Segundo recreo; Patio grande con mástil, busto, cantina y maceteros.) Pablo y Brian se cagan a trompadas, sacada de campera, un par de puños rígidos hacia abajo, un:- ¡soltame, soltá, soltame!, no mucho más. Todo se aplaca en cuanto un par de adultos llegan a escena. La lista de insultos de rigor, la amenaza de la continuidad extramuros y un sinfín de idas y venidas de caras preocupadas. Insisto, no mucho más.

Esta escena es poco habitual en el colegio. Colegio que conoció violencias más profundas, violencias institucionales hasta hace no muchos años. Hoy sus alumnos parecieran dejar la violencia afuera, en ese afuera que los violenta de mil maneras a diario.

Es así, los alumnos de la escuela media se maltratan físicamente muchísimo menos que lo que el imaginario televisivo propone. Pero hoy si, hoy Brian y Pablo se cagaron a trompadas. Pareciera que no fue una mirada fuera lugar, hay algo más.

(Minutos después; Rectoría con escritorio de roble con fotos escolares debajo del vidrio, bandera de ceremonia, placard con juegos de mesa, crucifijo, 30 netbook por entregar, cochecito de bebé y expedientes varios.) Brian y Pablo comparten mesa oval con rectora, vice, preceptor varón, profe de química y preceptora del curso de Brian. Los dos lloraron en algún momento entre la sacada de campera, la espera en la puerta de la rectoría y la sentada a distancia en la mesa. La rectora ya habló con los adultos intervinientes, tiene una idea bastante clara de lo que sucedió e intuye el disparador del suceso. Quiere que Pablo y Brian hablen, que cuenten, no lo que pasó sino el cómo están, cómo se sienten ahora que ambos respiran fuerte y no acceden a levantar la mirada ante ningún pedido, no importa de quien venga.

Una sucesión de verdades emana de la boca de los adultos, de a poco el caos  del sentido común, amenazas encubiertas y el temor burocrático se aplacan y asoma el reglamento de convivencia escolar.

En la cabeza de alguno de los presentes resuena el siguiente fragmento:

….. queremos promover nuevos procesos de aprendizaje de las normas y valores sociales que posibiliten a los alumnos vivir experiencias que los constituyan como sujetos capaces de autorregular su disciplina y llevar a cabo una convivencia basada en el respeto mutuo, en el saber escuchar y dialogar, en el trabajo cooperativo, en la responsabilidad y en la permanente búsqueda de soluciones a los problemas y conflictos del diario vivir.

En otra:

la escuela no es la casa, no es la calle, es un lugar en el que acontecen cosas diferentes y únicas.

Seguro que esa fue la cabeza del asesor pedagógico que entró, volvió a preguntar por las planificaciones, y salió con la esperanza de esa situación no termine en un llamado a la supervisión solicitando una vacante en algún colegio que reciba a alguno de los alumnos descarriados.

La palabra circula, de a poco los dos despegan la pera y pueden mirarse, los  adultos de a poco logran apaciguar las tensiones. Uno de ellos pide un perdón que no quiere, el otro contesta con un: “lo mismo”. La rectora habla de la palabra, la mirada y las distintas maneras de resolver un conflicto, busca acuerdos y propone recorridos.

El consejo de convivencia se reunirá la semana que viene, allí ambos podrán hablar con los hombros más livianos. Sus padres serán convocados para acompañar el proceso, se les pedirá que trabajen en casa la manera de resolver los conflictos, se les sugerirá acciones, entre todos buscarán que el estar en la escuela se vuelva para ambos un estar significativo.

A Pablo lo vino a buscar la madre, se va antes para descomprimir la tensión que se niega a abandonarlo. Se despide de todos, intenta un gesto de saludo con Brian, su compañero no está listo aún para esas formalidades.

Antes de cerrar la puerta levanta la cabeza, lo ve ahí colgado, clavado a dos maderas cruzadas, apenas sobre la cabeza de la rectora. Sabe que vio y escuchó todo, siempre lo hace, sabe que pase lo que pase el castigo llegará y será eterno. Nadie puede desear lo que es tuyo, nadie.

Él, que murió por nuestros pecados, Él que le puso número a la velocidad de la luz, Él que creó a cada uno de los seres vivos que caminan, vuelan y nadan la Tierra, Él sabrá castigar como la escuela no quiere, como la escuela no se anima. Él está en la rectoría, él sabe cuando la escuela equivoca el rumbo.


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