Macrismo y ONGs: la Doctrina «Pobre Gente»

ONG y empresas

     Una ONG, como una empresa, es más fácil de administrar que el Estado. Los mecanismos para ejecutar una orden son claros: la verbalidad es muchas veces suficiente, o si no un mail del Gerente o de la Tesorera. Esa velocidad en la ejecución de las órdenes redunda en una sensación de “eficiencia”: si hay que comprar resmas de papel, se compran y punto. Si hay que mandar una moto con unos telegramas, se llama al cadete, se le da el paquete y punto.

     La gestión estatal tiene otros tiempos: al tratarse de un presupuesto conformado por los aportes de los contribuyentes, requiere otros sistemas de contralor, procesos estandarizados que muchas veces lentifican la toma de decisiones, con el objetivo de ganar en transparencia.

     El macrismo, habituado a la verticalidad y jerarquías de las empresas, ha gobernado estos días mediante decretos de necesidad y urgencia, muchas veces reñidos con la legalidad e incluso con la Constitución Nacional. Y se ha negado a llamar a sesiones extraodinarias del Congreso Nacional sabiendo que no obtendría mayor celeridad en ese ámbito, ya que no cuenta con las mayorías suficientes como para encarar parlamentariamente las reformas –en algunos aspectos, drásticas, como la designación de dos jueces para la Corte Suprema de Justicia o la intervención de la AFSCA y la AFTIC– que se proponen.

PRO y ONGs

     Dado que el Estado no es una empresa, y dado que el PRO se provee de cuadros corporativos, el espacio intermedio que encontraron, desde donde operar dentro del Estado, son las Fundaciones y las Organizaciones No Gubernamentales (ONG). En esta nota, hemos advertido cómo recurrir a las ONG para emparchar aspectos que deberían ser garantizados por el Estado ha sido una práctica recurrente del PRO durante su gestión municipal en CABA. En el ámbito educativo, dijimos, se abrió la entrada a este tipo de entidades de la sociedad civil, que en base a un diagnóstico acertado sobre las escuelas –alienación docente, abandono escolar, violencias– ingresaron a “dar una mano” a las anquilosadas estructuras del sistema educativo porteño, de la mano de agentes sin experiencia docente ni pedagógica. La más importante, tal vez, de las ONG que operan en las escuelas públicas de CABA sea “Enseñá x Argentina”, que tiene entre sus sponsors a DirecTV, la Fundación Acindar, la Fundación La Nación, Endemol Argentina, LAN, Microsoft, Techint, la Universidad de San Andrés, la Universidad Austral, el Deutsche Bank, el Banco Galicia, Nestlé, Roche, ZonaJobs, el Banco Supervielle, Visa, el estudio vinculado al ex Ministro de Educación de la dictadura militar, Llerena Amadeo, la UADE, LA UAI, la UCA… y la UCEMA, think tank del neoliberalismo más socialdarwinista, y el propio Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (sería interesante rastrear, también, cuánto de los recursos públicos del GCBA se destinan a este tipo de tercerizaciones). El “sponsoreo” de estas empresas a las ONG se canaliza a través de los programas de Responsabilidad Social Empresaria, regulados en la Ciudad de Buenos Aires por la ley 2594, que establece la obligatoriedad para las empresas de más de 300 empleados, la presentación de Balances de Responsabilidad Social y Ambiental. El Estado prevé beneficios para las instituciones que se acojan a este régimen, voluntaria u obligatoriamente. Traducido, esto significa que las corporaciones privadas pueden obtener recursos estatales (exenciones impositivas, subsidios, créditos blandos) si apoyan a las ONG, que a su vez reemplazan al Estado en áreas críticas de lo socioeducativo. Es un círculo “virtuoso” del retiro del Estado de áreas sensibles y la mayor injerencia en ellas de cuadros corporativos y desprofesionalizados.

Crítica

     Ayer, día de Navidad, la Vicepresidenta de la Nación en ejercicio del Poder Ejecutivo Nacional –en virtud de las vacaciones que se tomó el flamante Presidente de la Nación– solicitó por Twitter Presentación1donaciones para los afectados por las inundaciones en el Litoral, que serían canalizadas a través de la Fundación SUMA… que ella misma preside, y que dirige con otros prominentes cuadros del PRO. Esto es: en vez de articular recursos estatales, movilizar tropas, asignar presupuestos de emergencia, etc., la Vicepresidenta a cargo del PEN solicita la ayuda de la sociedad civil para hacer frente a una catástrofe natural. Minutos después, vale aclarar, comenzó a mencionar las medidas que se están tomando desde el Estado nacional.

     Siempre es valorable que la sociedad civil se involucre en la ayuda y asistencia de grupos en contextos vulnerables. Pero hay, en la insistencia por canalizar este tipo de iniciativas por medio de organizaciones intermedias, una estrategia fundamentada en la filosofía de desarticular a la política como ágora de discusión de la cosa pública, de desanudar redes partidarias y democráticas –cuyo funcionamiento puede ser mejor o peor–, de deslindar, lisa y llanamente, al Estado de su rol de garante de derechos. En vez de eso, los mismos dirigentes del Estado, quienes están obligados por leyes y tratados internacionales y la Constitución Nacional, a garantizar condiciones mínimas de bienestar, no hacen más que actuar como si fueran vecinas que salieron a barrer la vereda y se horrorizan, en diferido, por las tragedias ajenas.

     La función del Presidente –en uso de su licencia– y de la Vicepresidenta
en ejercicio no es la de pensar “¡Pobre gente!” ante las catástrofes, sino de diseñar y ejecutar la logística burocrática profesional de que disponen las estructuras estatales, para garantizar vivienda, alimento, salud y educación a los damnificados.  Por el contrario, la indignación banal de la tragedia ajena la lleva a declamar al pueblo la necesidad de ayudar y llevar latas de arvejas… a su propia ONG.

     ¿Y la política? ¿Y la gestión del Estado? ¿Y su rol como líder de una estructura burocrática pública, sostenida con los recursos de todos? ¿No habrá acaso, en el protagonismo de las ONDESCANSO-Macri-Angostura-Presidencia-Nacion_CLAIMA20151225_0176_28G, un intento por lavar los deberes del Estado y esquivar sus obligaciones para con el pueblo que lo sostiene? ¿No será que, de la hiperideologización y partidización kirchnerista, hemos pasado a una suerte de “Doctrina ‘¡Pobre gente!’” de señoras que toman el té en La Biela?

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