Con la confirmación de María Soledad Acuña al frente del Ministerio de Educación de CABA en el día de ayer, se completaron las primeras líneas de quienes gestionarán la educación a nivel nacional, a nivel provincia de Buenos Aires y a nivel Ciudad de Buenos Aires. Los tres elegidos provienen del PRO, y han ostentado cargos en el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, sus perfiles y recorridos profesionales son diversos, y no exentos de conflictos.
Esteban Bullrich: acuerdo sindical, Iglesia Católica y ONGs
Licenciado en Sistemas, Bullrich asumió el cargo de Ministro sin ninguna experiencia ni docente ni educativa, a excepción de una experiencia desarrollada con pueblos indígenas de Centroamérica. Su asunción se dio en el marco del escándalo que desató la designación de su antecesor, Abel Posse, quien renunció a los pocos días de ser designado tras fuertes cuestionamientos desde diversos sectores.
Bullrich había comenzado su carrera política en Recrear, el partido fundado por Ricardo López Murphy, que luego fue absorbido por el PRO. En ese espacio, desempeñó el cargo de diputado nacional entre 2005 y 2010.
A pesar de su nula experiencia en el campo, Bullrich supo construir poder y prestigio dentro del Ministerio de Educación de la CABA juntando porotos en un aspecto clave para ese puesto en particular, y para cualquier primera línea de la administración pública en general: la relación con los sindicatos. A través de una inteligente estrategia de confrontación verbal y negociación intramuros, la relación entre Bullrich y los principales sindicatos docentes terminó en una situación win-win: los sindicatos no llamaban a huelgas extendidas por temas salariales, y obtenían privilegios corporativos alineados con sus proyectos. Así se forjó un status quo en el cual los principales sindicatos siempre se manifestaron opositores al gobierno del PRO, pero apenas hubo paros docentes en circunstancias bien puntuales (una ley que recortó la cantidad de juntas de calificación, y el desplazamiento del cargo de dos maestras tras un caso de violencia doméstica en la que resultó asesinado un alumno).
En otro orden, Bullrich ubicó en las primeras líneas del Ministerio a cuadros del Opus Dei: Max Gulmanelli, por caso, se desempeñó como virtual “número 2” del Ministro. Gulmanelli irá con Alejandro Finocchiaro a la Provincia de Buenos Aires: algunas aguafuertes sobre su gestión y antecedentes pueden leerse aquí. La cesión gratuita de bienes a parroquias, aprobada también durante la última semana (click acá) se enmarca dentro de este otro pilar de su ministerio.
Finalmente, resta mencionar otra de las patas estratégicas de la gestión educativa: las ONGs. Como comentáramos en esta nota, el GCBA trabaja con una serie de fundaciones y organizaciones no gubernamentales, a las que aporta fondos junto con empresas del capital concentrado argentino y que, en base a un diagnóstico certero sobre algunas problemáticas educativas actuales, van ganando espacios dentro de la educación pública con recursos humanos subremunerados y no profesionales. Esto le permite al Estado delegar (tercerizar, en definitiva) cuestiones relacionadas con aspectos sensibles de la educación, pasando por encima de los sindicatos y, por momentos, de las mismas conducciones de las escuelas.
Alejandro Finocchiaro: sobreviviente de la gestión Narodowski
De los tres designados al frente de la educación del Imperio Amarillo, Finocchiaro es quien cuenta con mayor formación vinculada al campo educativo. Ingresó al GCBA como asesor del ex Ministro Mariano Narodowski, de quien había sido alumno en la Universidad de San Andrés en la Maestría en Educación. Luego de 12 días de paro docente en 2008, Finocchiaro fue separado de su cargo como fruto de ese conflicto. Narodowski renunció tras conocerse que el espía Ciro James estaba en la nómina del Ministerio de Educación. Como se mencionó más arriba, tras su salida fue designado Abel Posse quien, en base a sus antecedentes y comentarios desafortunados, duró días, para luego asumir Bullrich. Finocchiaro volvió al GCBA en 2011, al frente de la Subsecretaría de Políticas Educativas y Carrera Docente de la Ciudad de Buenos Aires, desde donde tuvo bajo su responsabilidad al ex CePA (Centro de Pedagogías de Avanzada, hoy Escuela de Maestros), y desempeñó un papel fundamental en el vínculo con los sindicatos, piedra angular de la gestión Bullrich. En síntesis, Finocchiaro es uno de los pocos funcionarios de segundas líneas del PRO con un background educativo previo a hacerse cargo de la gestión, y al mismo tiempo cuenta con un recorrido en las trincheras de fuego de la educación PRO: la negociación sindical. Antes de eso, desempeñó cargos de gestión en la Universidad de La Matanza, tal como se consigna en su CV. Podría hipotetizarse que, dada la ambiciosa carrera política que se plantea Bullrich Finocchiaro era, dentro del PRO, el hombre señalado para hacer frente al mayor desafío educativo que tiene el partido que se alzó con la triple corona. Justamente, el PRO tiene la doble cucarda de, por un lado, ser el primer partido de centro derecha que llega al poder por medio de las urnas y, por el otro, ser el primero desde la reforma constitucional de 1994 (cuando se declaró autónoma a la Ciudad de Buenos Aires) que gestionará simultáneamente los tres presupuestos más grandes del país.
Tal vez precisamente por eso fue el elegido para ocupar el cargo de Director General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, análogo al Ministerio de Educación (el cargo ostenta ese nombre, presumiblemente, en homenaje a Domingo Faustino Sarmiento, quien lo ocupó en 1875), en un distrito que suma el 40% de la totalidad del sistema educativo nacional, y de una enorme complejidad en cuanto al tema gremial. La izquierda sindical, nucleada en torno a la agrupación Multicolor, ha ido ganando progresivamente espacios estratégicos, cuestionando duramente la conducción de Rodolfo Baradel en SUTEBA, ya de por sí desprestigiada –y, vale decir, temida por las clases políticas–. Al mismo tiempo, la Directora saliente, Nora de Lucía, se despide del gobierno con el lastre de miles de docentes sin cobrar y crisis estructural del sistema.
María Soledad Acuña: relaciones turbulentas
La funcionaria que eligió Horacio Rodríguez Larreta para ocupar el Ministerio porteño tiene sus propias particularidades, alejadas del “éxito” de Bullrich y Finocchiaro para gestionar la cuestión sindical. A diferencia de ellos, Acuña acumula un extenso recorrido en el PRO desde su prehistoria: conoció a Rodríguez Larreta en el Grupo Sophia, que fundó el electo Jefe de Gobierno porteño durante la segunda mitad de la década de los 90. A pesar de estos antecedentes, Acuña mantuvo una fuerte interna con María Eugenia Vidal –una de las figuras más rutilantes del firmamento PRO, que logró con una imagen que combina la candidez de la chica de barrio con la frialdad de una guadaña, vencer nada más ni nada menos que al peronismo en la Provincia de Buenos Aires– que la obligó a dejar el Ministerio de Desarrollo Social cuando Vidal acompañó a Mauricio Macri en las elecciones de 2011, a partir de lo cual recaló en el Ministerio de Educación. Recibió duros cuestionamientos desde el gremialismo tras manejos al menos torpes en relación a programas destinados a chicas y chicos en contextos de extrema vulnerabilidad (uno de los episodios más recordados estuvo relacionado con el Programa de Orquestas Infantiles y Juveniles, click acá), justo cuando Bullrich atravesaba el conflicto con los sindicatos docentes por las Juntas de Clasificación Docente de Media, en 2012. A pesar de contar con un recorrido desprolijo y conflictivo, María Soledad Acuña fue elegida para estar al frente del Ministerio de Educación de la Ciudad, nombramiento sobre el que se pueden establecer dos hipótesis, no necesariamente excluyentes: que su designación está relacionada con un reacomodamiento de la interna del PRO luego de que las primeras y segundas líneas partieran hacia las gestiones nacional y provincial; por otro lado, al pertenecer al riñón larretista y al tener una trayectoria extensa dentro del partido, quedó por encima de otros nombres: “más vale malo conocido…”
Designaciones conservadoras y continuidad
Mauricio Macri y Esteban Bullrich organizaron la estructura educativa de Nación, Provincia de Buenos Aires y Ciudad de Buenos Aires a partir de un criterio conservador: apelar a cuadros partidarios, incluso polémicos, para cubrir los ministerios. Si hubo en algún momento un intento por salir a seducir extrapartidarios, no dieron buenos resultados: cabe preguntarse, por ejemplo, por qué Gustavo Iaies –quien era el referente educativo de Sergio Massa en la campaña electoral–, afín a las perspectivas de Macri en el ámbito educativo, no aparece en ningún lugar de los tres organigramas, hasta el momento, contando con formación especializada y propuestas. Se ha optado por no innovar.
En las designaciones, el PRO reafirma los criterios establecidos para gestionar la educación en CABA: no hay un interés especial en el conocimiento profundo y las complejidades del sistema, ni por la densidad de la problemática docente cotidiana. No hay una mayor preocupación por los contenidos que se imparten ni por un contralor demasiado riguroso sobre el ausentismo docente. Lo que sí hay es la necesidad de conocer el paño donde se juega el poker Gobierno-Sindicatos –aunque aquí el caso de Soledad Acuña parece ser la excepción–. La aprobación en la Legislatura porteña, la semana pasada, de un proyecto que beneficia la posición del sindicato mayoritario (UTE) en las Juntas de Clasificación Docente (con el aval del PRO y el FPV), puede dar la pauta de que la alianza estratégica continúa.
Interesante análisis con buena información de los ministros.
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