Publicado en el portal de Argentinos por la Educación el 10 de abril de 2018
Hay dos grandes núcleos temáticos que sitúan, hoy por hoy, a la educación en la agenda pública de nuestro país. Uno de ellos son las pujas paritarias, donde –tal como hemos observado en 2017 y estamos viendo en estas semanas– el gobierno de la Alianza Cambiemos toma a una figura –por caso, el secretario general de SUTEBA, Roberto Baradel–, para constituir en torno a él un “muñeco de paja” que funcione como aglutinante de todas las descalificaciones que vierten funcionarios y usuarios de redes sociales contra nosotros los docentes. El ataque al gremio no es una novedad de la Alianza Cambiemos, pero sí lo es en un contexto de reducción del salario real y ajuste del presupuesto educativo (cierres de profesorados en Jujuy, cierres de escuelas en la Provincia de Buenos Aires, intento de destrucción de los Institutos de Formación Docente en la CABA).
El otro eje temático está organizado alrededor de las pruebas standarizadas, ya sean nacionales –el Operativo Aprender– como internacionales –PISA–. En este último caso, la pasión estadística se mezcla con el márketing del ránking, que supuestamente indica la educación de qué países es mejor y peor que otra. Lamentablemente, todo lo que podría ser rescatado del operativo PISA –la información que provee acerca de los distintos campos de conocimiento que releva, por caso– queda reducido al uso politiquero del ránking. A los efectos del gobierno actual, sirve de excusa para recargar las imputaciones hacia los docentes y lavar –una vez más– las responsabilidades políticas de quienes dirigen el sistema.
La falacia del ránking consiste en que no se comparan resultados de escenarios parecidos, sino que se comparan “peras con rulemanes” para la captura de pantalla que circulará por WhatsApp y que el gobierno convertirá en un Power Point con gráficos de tortas no importan si los sistemas educativos son restrictivos o no, si la educación está privatizada o cubierta por el Estado, si el país cuenta con porcentajes altos o bajos de marginalidad y exclusión, si sus políticas migratorias son abiertas o cerradas, si los castigos corporales a los niños son legales o ilegales, si el índice de suicidio adolescente es alarmante, si el sistema educativo está centralizado o descentralizado, o si su demografía está más o menos urbanizada. Estas variables –crtíticas para quienes conocemos cuáles son los condicionantes que ingresan todos los días a las aulas– quedan invisibilizadas ante la brutalidad del ránking y la comunicación premasticada de los órganos de difusión estatales y paraestatales.
A continuación presentaremos algunos indicadores que son relevantes para realizar diagnósticos sobre la realidad educativa de un país –en comparación con otros–, cómo se sitúa Argentina allí y de qué manera podrían incidir esos indicadores en la calidad educativa.
Coeficiente de Gini
Este indicador mide el nivel de desigualdad social existente en una sociedad en función, en líneas generales, a su población y a su ingreso. Dentro del sistema educativo, y dependiendo de si éste tiende a la inclusión y universalidad o si mantiene mecanismos (legales o no) de exclusión, la desigualdad social podría redundar en tener una población estudiantil socialmente heterogénea. Esto quiere decir que podríamos tener sentados en la misma aula, por ejemplo, a un alumno perteneciente a una familia monoparental con ingresos bajos y en condiciones muy precarias de vivienda y nutrición, al lado de alumnos con las necesidades básicas satisfechas y cuyos padres pueden contar con un ingreso estable que permite solventar los gastos fundamentales. Quienes recorremos las aulas a diario sabemos que estos factores –nivel de ingresos, consolidación de la familia, condiciones habitacionales y laborales de sus padres– son prácticamente determinantes en el éxito académico, a nivel general. A mayor desigualdad social –dentro del aula, cabe aclarar y luego veremos por qué–, mayores desafíos pedagógicos e institucionales para encarar la diversidad dentro del aula. ¿Cómo hace el mismo docente para establecer una línea de trabajo cuando tiene dos, cinco o diez ritmos muy diferentes de aprendizaje, muy a menudo condicionados por factores completamente externos a la escuela como puede ser un barrio periférico inundado por una lluvia normal, o episodios recurrentes de violencia doméstica? Sin ser el único, la desigualdad social es tal vez la más fuerte de las variables ambientales que condicionan la velocidad con que los alumnos aprenden.
Gráfico 1. Coeficiente de Gini. Países seleccionados. Alrededor de 2015.
Notas: (*) Datos del año 2010; (**) Datos del año 2012; (***); Datos del año 2013; (****) Datos del año 2014; (*****) Datos del año 2015.
Fuente: Banco Mundial con excepción de Singapur (CIA World Factbook)
El ránking PISA
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos es un organismo financiero multilateral, que oficia de “punto de encuentro” entre gobiernos y flujos de inversión. Esto significa que no es una institución especializada en las relaciones entre educación, tecnología y cultura (como podría ser el caso de la UNESCO), sino que, de acuerdo a su propia página web, tiene entre sus objetivos “Asegurar que las personas de todas las edades puedan desarrollar habilidades para trabajar productiva y satisfactoriamente en los trabajos del mañana”. ¿Por qué esta organización se interesaría en los sistemas educativos de los países miembro, y las habilidades en ciencias, matemática y lectura de sus adolescentes (la prueba se toma a chicas y chicos de 15 años)? Muchas veces la interpretación más sencilla es la correcta: las pruebas PISA son un relevamiento de la situación de los recursos humanos disponibles y sus perspectivas a futuro. Esta es una información valiosísima para los inversores, que pueden orientar sus capitales de acuerdo al perfil de su empresa y sus objetivos de lucro, en función de los salarios que pagará por una mano de obra más o menos calificada.
Tabla 1. Posición en el Ránking PISA. Países seleccionados. Año 2015.
Fuente: OCDE
(*) Argentina no fue incluida en el ránking final del Informe 2015 por presuntas deficiencias metodológicas en el muestreo
En el apartado sobre el Coeficiente de Gini establecimos cuáles son los condicionantes que ese dato ilumina sobre los procesos de enseñanza-aprendizaje. Ahora bien, el ránking PISA sólo mide las “habilidades” del universo relevado en las áreas ya mencionadas. Nada dice, el ránking por sí mismo, acerca de las condiciones en las que se produjeron esos resultados, como tampoco dice, por sí mismo, cuáles son las políticas públicas que permitirían mejorarlos. Sin embargo, los informes que la propia OCDE desglosa sobre sus relevamientos incluyen información precisa y detallada. Por caso: “Mayores salarios pueden ayudar a que los sistemas educativos atraigan a los mejores candidatos a la profesión de la enseñanza, y ofrece una señal de que los docentes tienen prestigio y son tratados como profesionales.” Esta frase no pertenece a Rodolfo Baradel, sino que figura en la página 194 de “PISA 2015 Results (Volume II): Policies and Practices for Successful Schools”, disponible en su página web. Lamentablemente, el gobierno tiende a olvidar este consejo que podría serle muy útil.
Presentados entonces estos dos indicadores, en el próximo artículo haremos algunas consideraciones acerca de la interpretación que podemos extraer de ellos.

Una respuesta a “Las comparaciones odiosas (Parte I)”