Crónica de una escuela anunciada.

Por Daniel Aldave y Emmanuel Farina

En la Ciudad de Buenos Aires hay un Gobierno que no quiere aprender. La “nueva normalidad” llegó con viejas recetas: mentiras, espejitos de colores y grandes anuncios televisivos. Con números que asustan y la amenaza de una inminente segunda ola de contagios, la escuela vuelve a abrir sus edificios. Y todo volverá a comenzar. Yira y yira, diría el tango. 

Mientras tanto, la sociedad pone en la mira la voluntad docente para la nueva presencialidad, luego de casi un año desde que la pandemia obligó a las escuelas a implementar el uso de nuevas tecnologías para ejercer la educación a distancia, observamos que la política de educación digital del GCBA (plataforma oficial,  capacitación docente, equipamiento tecnológico y acceso a internet) sigue estancado en el mismo lugar previo a la pandemia.

Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol. Por un lado, el oficialismo de la CABA aprobó la participación más baja de educación sobre el presupuesto total de la ciudad , sumado a la estigmatización a docentes y  sus sindicatos, y a los anuncios por la televisión sin un plan certero para garantizar el derecho social a educación: aulas desprotegidas y educación digital de cabotaje. Por otro lado, docentes discutiendo una presencialidad cuidada, responsables de que las aulas sean seguras, con la ventilación correspondiente exigida por el protocolo e intentando garantizar el distanciamiento, tanto en las escuelas primarias y medias, como en los jardines, pero también pensando un plan que contemple la bimodalidad: educación presencial y virtual. La pedagogía parece esperar. Dicho de manera coloquial, los docentes tiramos el centro y también lo cabeceamos. 

Foto para entender mejor la cuestión: ronda docente en el patio de la escuela, barbijos y distanciamiento social. Una pregunta en el ambiente, ¿cómo atraviesa la escuela la pandemia? Y allí, discusiones, debates, posturas diversas, algunas subidas de tono y posiciones encontradas (digamos todo).  Algunos son reacios a la vuelta al aula física, por miedos e incertidumbres y otros, con la idea de que el edificio escolar tiene que estar abierto acompañando el ritmo social, pensando protocolos de funcionamiento escolar (adecuados a la realidad). Puntos en común:  elaborar una propuesta escolar que garantice la educación a distancia y/o presencial.

Ordenemos por capítulos así se entiende mejor.

Capítulo 1. Relevamiento edilicio.

Metro en mano, tomamos las medidas del aula. Contamos las sillas y mesas, revisamos baños, controlamos que haya agua y que todos los espacios tengan ventanas cruzadas por la correntada, vió. Probamos ventiladores. Registramos los arreglos (para algo servirán). Sacamos las cuentas para saber cuántos estudiantes entran por grado: lado por lado= mts2, luego, restamos por 4, dividimos por 2,25 y el coeficiente es la cantidad de estudiantes por grado. Situación problemática 1, resuelta.

Capítulo 2. La burbuja.

Se entiende ahora por burbuja al grado entero sin el docente, a quien le corresponden varias burbujas según la cantidad de cargos que tenga. 

Promedio de estudiantes por grado, 30 estudiantes. Desafío, dividir en dos al grado para que entren en el aula respetando distanciamiento (O sea, de la burbuja inicial quedan dos grupos con un docente, es decir, ¿media burbuja? ¿No?, en fin.)

Miramos las listas de estudiantes y pensamos criterios de agrupamiento. Los que tuvieron continuidad pedagógica de un lado, los que no del otro. No, pará. Fíjate por grupo familiar mejor, así las familias tienen un esquema similar en el caso que tengan hijos estudiando en diferente grados. La semana que viene arrancamos. Más fácil, ¿partimos a la mitad de la lista por orden alfabético o llamamos a Adrián Paenza que resuelva el enigma con las diferentes variables que se presentan en la ecuación?  

Capítulo 3. Presencialidad cuidada. 

Según el protocolo establecido son pocas las escuelas en condiciones de recibir a 30 estudiantes en una misma aula. Encontramos aquí un dato engañoso en la problemática presentada, ante el primer anuncio de la Ministra de Educación sobre la presencialidad que establecía “todos los chicos todos lo días” elaborando un sistema donde una mitad se encontraba en el aula y la otra, en el pasillo con un docente ambulante. Ya habiendo encontrado el error de este esquema procedemos a pensar como trabajadores: cómo aplicar el protocolo en la realidad. Entonces elaboramos dos posibilidades de presencialidad en las jornadas simples:  A) Lunes, miércoles y viernes grupo 1. Martes y jueves grupo 2. Alternan semanas. B) Una semana grupo 1, la siguiente grupo 2. Y en las escuelas de jornadas completas, pasarían hacer de jornada simple. Esto es, grupo 1 a la mañana y grupo 2 a la tarde. O algo así. 

Capítulo 4. Entrada y salida de la escuela. 

Desafío: ordenar una entrada escalonada, teniendo en cuenta el registro de temperatura (suponiendo que los termómetros funcionan) y si hay convivientes con síntomas (confianza comunitaria y ciudadanía responsable). Cada ingresante se pone alcohol y claro, nadie entra sin barbijo. Entonces, ¿Quién se encarga de estar en la puerta? Sigamos. Calcular el tiempo de entrada y salida para cada grado: si la escuela tiene dos entradas, es un gol. O a lo sumo, una puerta grande para que salgan las dos secciones de un mismo grado (las secciones son A y B). ¿Por qué?. Porque si cada grado tarda 20 min para entrar (a un ritmo acelerado) , teniendo en cuenta que hay 7 grados divididos en dos secciones, entonces ¿podrá el lector sacar los cálculos para determinar cuánto tiempo se tardará para que la totalidad de estudiantes de la escuela ingresen o salgan del edificio?. Recuerden, todas las escuelas tendrán jornadas de no más de 4 hs por turno, sean de jornada simple o completa. 

Capítulo 5. Recreos.

Turnos para cada grupo en el espacio al aire libre y, obvio,  siempre respetando el distanciamiento social (proponemos que  en la escuela digamos distanciamiento físico pensando en educación e igualdad pese a la pandemia. Abunda en el mundo el distanciamiento social y es previo al covid).  Fin de las reflexiones.  

Capítulo 6. Educación, tecnología y recursos didácticos. 

Lo que en el mundo educativo se conoce como cuadernos, carpeta, manuales y computadoras, entre otras. ¿Que vamos a usar durante la educación presencial en las escuelas? el tema se pone interesante. Una breve reflexión para no aburrir: si consideramos que durante el año pasado la escuela pública tuvo un saldo positivo en cuanto a la introducción de nuevas tecnologías en su propuestas con todas sus variantes: computadora y celular, classroom, blog, mail, whatsapp, encuentros sincrónicos y uso de plataformas educativas como edmodo, durante este comienzo electivo queda un vacío en el uso de las nuevas tecnologías para la presencialidad.  La plataforma “Mi escuela” promovida por el GCBA al comienzo del 2020, no se implementó porque no sirve para el nivel primario (un año estuvo el gobierno de la “innovación digital”, “la robótica en la escuela pública” y el “polo tecnológico” para no proponer nada al respecto. No politicemos). 

En definitiva¿vamos a resignar el uso de las herramientas tecnológicas en las aulas? ¿Qué pasa si las escuelas tienen que volver a la modalidad de educación a distancia producto de la emergencia sanitaria? o ahora mismo, ¿qué hacen los estudiantes que no les toca ir al edificio escolar porque están exceptuados o su grupo no debe concurrir al edificio? 

Otra situación problemática que nos aburre contar porque ya nos cansamos de que nos ignoren y primen debates falsos.  La relación de la comunidad educativa, de la escuela pública y la tecnología.

Capítulo 7. La propuesta pedagógica.

Este debería ser el primer capítulo pero tendrá que esperar. Entre tanto ruido, confusión, dimes y diretes, reina la confusión sobre qué conocimiento queremos construir en un mundo en crisis donde nada parece cambiar. Así, la escuela escribe su crónica anunciada: un gobierno que no quiere aprender nada  y la comunidad educativa que garantiza(o) el derecho a la educación y una presencialidad cuidada.

Daniel Aldave*

Emmanuel Farina*

* Maestros de grado de la escuela pública de la Ciudad de Buenos Aires 

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