Vivir la escuela. Educación y pandemia.

Entrevista realizada por Mariana Percovich y Romina Smiraglia para Revista Bordes.

La foto tan esperada de las chicas y los chicos volviendo a las aulas se pudo hacer. Es una foto distinta a las del pasado (no sabemos si a las del futuro). Todas y todos llevan bar-bijo y van en grupos reducidos, lo que hoy con tanta naturalidad llamamos “burbujas”, que pueden estallar en cualquier momento rompiendo las precarias rutinas establecidas. Sobre protocolos, ansiedades por volver al mundo pre-pandémico, lo aprendido en la virtualización del 2020 y el rol de la escuela en la sociedad charlamos con Manuel J. Becerra, una voz “desde el lugar de los hechos” entre tantos discursos a veces ajenos a las complejas dinámicas de las escuelas.

Manuel J. Becerra es profesor de historia por el Instituto Superior del Profesorado “Dr. Joaquín V. González”, magíster en historia por la Universidad Nacional de San Martín y docente en el nivel secundario, en formación docente y en la universidad. Esta entrevista es el resultado de un generoso intercambio ocurrido durante el mes de marzo con el fin de retomar algunos de los debates en torno al inicio del ciclo lectivo de este año.

Mariana Percovich y Romina Smiraglia (MPyRS): En el 2020 irrumpió una pandemia que impactó todos los órdenes de la vida y el sistema educativo no fue una excepción. ¿Qué balance hacés de esa experiencia desde tu lugar de docente?

Manuel J. Becerra (MJB): Existen muchos balances que se pueden hacer. Uno de ellos es sobre las expectativas puestas en la escuela presencial. Me parece que hay una revalorización de la necesidad de que la escuela sea presencial, lo cual va reacomodar los discursos sobre la virtualización de la escuela que aparecían antes de la pandemia. Quedó muy en evidencia que la escuela tiene un rol importantísimo en la dinámica social, en la propia logística del funcionamiento de las sociedades. Y es importante que eso se haya rescatado, frente a una densidad discursiva, que venía creciendo, que ponía en la virtualización “el futuro de la educación”, y que muchas veces estaba (y está) asociado al mercado. Por otro lado, hay un balance relacionado con la alienación que nos generó a nosotros los docentes –y a todo el mundo– el haber estado encerrados en casa tratando, en nuestro caso concretamente, de llevar adelante un proceso de enseñanza que es muy difícil de llevar a cabo sin presencialidad. Además, nosotros pusimos a disposición los recursos: internet, la computadora, la electricidad, nuestra casa. Y nuestra propia dinámica familiar se puso en juego porque nosotros también tenemos familias –hijos, hijas, parejas, etcétera–, que también había que acomodar dentro de todo esto. Fue muy difícil para todos en general ese tipo de reorganización, pero también fue complejo por la propia especificidad de nuestra tarea. Nosotros estamos acostumbrados, fuimos formados y tenemos una experiencia en enseñanza presencial. Si bien hemos tenido alguna dinámica de cursos que hemos realizado de forma virtual, nunca se dio en la enseñanza en niveles obligatorios que el proceso pasara de manera estructurante por la virtualidad. Entonces para nosotros fue muy difícil en relación a la ejecución de nuestro trabajo. Porque, como comenté, pusimos toda la infraestructura nosotros; y eso al sistema educativo, a cada jurisdicción, le hizo ahorrar mucho dinero pagando a los docentes el mismo salario. Porque además estamos atravesando un contexto de crisis económica, y nuestro sueldo no ha aumentado de manera significativa.

Y al mismo tiempo, esa misma experiencia nos hizo reformular nuestra propuesta de enseñanza: estableciendo qué es lo realmente importante en relación a los contenidos, cuál es el ritmo, qué cosas se le pueden sumar a esta propuesta; más allá de las condiciones de infraestructura y sociales tan complejas donde esto sucedió. Y ahí creo que algunos aprovechamos para repensar qué es lo que estuvimos haciendo todo este tiempo y qué cosas podríamos hacer para que resulte más significativa, más nutritiva, más profunda e integral la experiencia de aprendizaje de nuestra propuesta de enseñanza.

A partir de lo reflexionado en la virtualidad del 2020 me quedan varias conclusiones sobre mi propia propuesta de enseñanza para llevar adelante en la presencialidad, sobre todo en términos de aprovecharla más, por ejemplo, haciendo salidas al medio, lo que antes llamábamos excursiones, salidas didácticas. Yo soy profesor de historia en la Ciudad de Buenos Aires, donde existen una multiplicidad de espacios públicos disponibles: el Cabildo, el cementerio de la Recoleta, el Museo de Bellas Artes, la ex-ESMA, el Parque de la Memoria. Existen muchos escenarios donde creo se pueden plantear propuestas interesantes de enseñanza para desmarcarse de la lógica del aula, para luego ser retomadas en el aula. Y así intentar que los estudiantes vivan de manera más protagónica algunas cosas, restarle el sobrante de peso teórico a las clases, y reponer por medio de trabajos en el aula algo que en realidad también dejó rastros en la ciudad. Yo estoy en la Ciudad de Buenos Aires, pero me parece que eso se puede hacer en todos lados recorriendo los espacios circundantes, la historia de sus nombres, la intención de resignificar una plaza, de inaugurar un pequeño monumento.

Esos son algunos balances. También se podría hacer uno más político en términos de la exigencia que tenemos los docentes dentro del sistema; sobre la lectura de que los docentes nos resistimos a volver a las aulas como un capricho, porque no quisimos trabajar; cuando en realidad nosotros somos conscientes de las tareas de cuidado que cumple la escuela, además de la enseñanza. Y justamente por esa tarea de cuidado, porque sabemos que la pandemia no terminó, tenemos muchos reparos y dudas respecto de abrirla en términos generales a la presencialidad plena.

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