Quién debate educación en Argentina

Se acerca el inicio de clases y los medios comienzan a reflejar, una vez más, la puja salarial entre nuestro gremio y el gobierno que, como el año pasado, aparece llena de nubes y amenazas de juego sucio. Sólo para recordar, en 2017 el entonces Ministro Bullrich dio marcha atrás con su política de 2016 y decidió no convocar a la paritaria nacional establecida por la Ley de Financiamiento Educativo y el decreto 457/07. En 2018, el Ministro Finocchiaro cuenta con el decreto 52/2018, que modifica al anterior, restando relevancia al tema salarial en las reuniones que deberán establecerse, y reduciendo el peso de CTERA en ellas.

Con este marco, y en un contexto de recrudecimiento de los discursos de mano dura que se suma a la escalada represiva que fue mostrando el gobierno de Cambiemos durante 2017, es de esperar que las negociaciones sean muy arduas. El año pasado Cambiemos puso todo su arsenal mediático en contra del gremio, y ahora cuenta con la presunta legitimidad de la población –representada en dudosos “focus group”– para acribillar a personas por la espalda.

Tal vez los docentes seamos sus próximas víctimas.

En todo caso, el objetivo de este post es comentar un poco cómo se discuten los temas educativos en nuestro país, y por qué es tan difícil generar propuestas progresivas que despierten el interés de la población en general. Tal vez pueda servir para comprender la propia dinámica que está por venir –y la de 2017– y por qué el debate de ninguna manera se agota ahí, lo cual desarmaría la falacia de que a los docentes sólo nos interesa discutir salario.

La academia

Aquí se incluyen las carreras asociadas a las Ciencias de la Educación en las universidades. Allí no se forman necesariamente docentes, sino especialistas en las distintas variables que intervienen en el sistema educativo: políticas públicas, cultura escolar, historia de la educación, estadística, pedagogía y didáctica, nuevas tecnologías, etc. Los debates en esa instancia tienden a ser percibidos, desde el gremio docente, como algo endogámicos y a veces divorciados de los problemas más urgentes que tiene la escuela. No obstante, la academia produce información de altísima relevancia para ser utilizada en la confección de políticas públicas pero, naturalmente, esto queda supeditado a la voluntad del gobierno de utilizarlas y cómo. De la misma manera, cada gobierno selecciona a sus cuadros técnicos entre lo que tiene a mano, y a veces estos tienen una trayectoria académica de relevancia. En el caso de Cambiemos esto es minoritario, a diferencia del kirchnerismo.

Los docentes

Quienes estamos todos los días en la escuela tenemos nuestras preocupaciones más urgentes, en vista de lo que percibimos a diario como los problemas que no se resuelven, dentro del sistema, por la vía política. Tenemos problemas pedagógicos para lidiar con una población heterogénea y masificada –en el caso del nivel secundario–. Estamos atravesados de problemáticas sociales “no naturales” para la institución escuela, y el Estado no provee recursos para atender las y así generae las posibilidades de recuperar nuestro trabajo básico. Esto nos lleva a desviar la atención para atender esas problemáticas sociales, en vez de dedicarnos realmente a la tarea pedagógica. Tenemos una sobrecarga burocrática excesiva, condiciones infraestructurales paupérrimas –no tenemos una conexión a internet decente– y un salario que no cubre los dramas cotidianos que enfrentamos –entre la exclusión social y un gobierno abandónico, los pibes boyando–, mientras nos insultan por los medios de comunicación.

Esta es, en términos generales, la agenda de los docentes “de aula”. Las preocupaciones son concretas y desmienten el relato gubernamental de que sólo nos interesa el salario. Lo que reclamamos son respuestas al Estado en varios niveles, y el Estado nos responde culpabilizándonos de todos los problemas educativos y abandonándonos a nuestra suerte, para forzarnos al paro y utilizar eso como profecía autocumplida. Concretamente, al gobierno le conviene que el sistema funcione mal para afirmar que no merecemos aumento de salarios.

La discusión gobierno-sindicatos

Ésta es, sí, la discusión más visible en términos mediáticos, de manera que es la que llega más directamente a los hogares de quienes no conocen las lógicas del sistema educativo y sus actores. Se reduce a un tema exclusivamente paritario, en tanto el único interés de la Alianza Cambiemos respecto de la educación es reducir su costo fiscal. Dicho de otro modo: la acusación de que a los docentes “sólo les interesa el salario, no quieren discutir cómo aprenden los chicos” es falsa, y en realidad expresa la posición del propio gobierno. Así, utiliza las estadísticas educativas para vilipendiarnos, filtrando los datos que revelan según se acomoden a su estrategia mediática y ocultando los que no serían redituables (como el hecho de que en las provincias con mayor educación pública los indicadores dan mejor que en las más privatizadas). Lo que se intenta lograr es crear un sentido de condena hacia los docentes, culparnos de todos los problemas y, como consecuencia, dar la idea de que no merecemos un sueldo digno sino sólo vivir de nuestra “vocación”. De nuevo: todo se reduce a una compleja estrategia mediática para reducir el salario real de los docentes. A ningún funcionario de primera línea de Cambiemos le interesa otra cosa.

Los sindicatos entran en esta dinámica, precisamente, porque es su rol: representar a sus afiliados –y también a los que no lo son, que también cobran los aumentos– en las negociaciones con el gobierno. Si no se debaten cuestiones pedagógicas es porque nadie del gobierno convoca a los docentes para ello –vale recordar el caso del intento de creación de la UniCABA, donde el gobierno porteño avanzó y se topó con una comunidad docente organizada que sí le discutía pedagogía y política, y se quedó sin argumentos para refutarla–. Las cuestiones pedagógicas se debaten entre los docentes y en la academia, y en los cruces entre ambos círculos, pero a nadie del gobierno le interesa debatir esto.

Llegar

En estos días, saludablemente, se puso el tema del feminismo y el aborto legal dentro de la agenda mediática, en tanto resulta redituable para algunos de los programas televisivos de mayor audiencia (y, tal vez, genere cierta convicción en sus protagonistas). Esto fue posible, por un lado, por la oportunidad de los productores del programa, pero también por la descomunal fuerza del movimiento de mujeres y de diversidades sexuales que fueron logrando poner en agenda estas cuestiones y tantas más. Hoy en día, la posibilidad de que la población general se interese por una problemática está bastante supeditada a que salga en la TV mainstream y en el rebote que eso tenga en las redes sociales.

El tema educativo es más difícil de insertar en la lógica mediática, en tanto es una problemática que no tiene un tema bandera (por caso, el aborto, los femicidios o la transfobia), sino variables complejísimas de comprender rápidamente para el gran público, y que sólo sufren transformaciones a lo largo de décadas. La voluntad política es central para impulsar esas transformaciones, y ningún gobierno puede jactarse de haberlas logrado (recordemos que

la ley 1.420, fundante del sistema educativo argentino, recién redujo el analfabetismo a un dígito ¡ochenta años después de su sanción!). Los logros educativos –salvo algunas cuestiones muy puntuales como el aumento de la matrícula, que no redunda necesariamente en mejora de los aprendizajes– tienen un desarrollo lentísimo, y los “éxitos” o “fracasos” se miden en el mediano y largo plazo. En rigor, los “éxitos”, en el largo plazo, y los “fracasos” en el corto, como la federalización del sistema que sólo aparejó desigualdad.

La posibilidad de tratar mediáticamente los debates educativos nos debe forzar a pensar nuevos formatos de discusión, que sean accesibles al gran público. Adicionalmente, debemos subrayar el desinterés gubernamental por tomar en cuenta a los cientos de miles de docentes que todos los días sabemos de primera mano cuáles son los problemas más urgentes y relevantes a resolver –además del salario–, y que demandan –y no obtienen– atención política inmediata. Si seguimos debatiendo sólo en los pasillos, en los claustros, en congresos o en sala de profesores, y sólo volcamos allí nuestras propuestas y posibilidades reales de mejora del sistema, el gobierno seguirá ganando de mano con su arsenal mediático: la batalla también es de sentidos y narrativas.

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«Juramento del Juego de Pelota», de Jacques-Louis David (1793)

3 respuestas a “Quién debate educación en Argentina

  1. Muy buena reflexión, para pensar cómo damos este año, un debate (y lucha) de fondo por una mejor educación pública.

    Cómo construir esta perspectiva en una causa popular, es un buen desafío.

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  2. El estado argentino ha determinado con la mayoría de los gobernantes la responsabilidad de la educación universitaria en la capital y en las principales ciudades de las provincias en tanto que ha esquivado, en los pueblos del interior , “pueblos vulnerados”, la transferencia de los saberes universales resultantes de las actividades de ciencia, tecnología e innovación, que son generadas y ejecutadas en las universidades mediante las funciones sustantivas de docencia, investigación, extensión y proyección social. Luego, con la falta de una educación universitaria en los pueblos vulnerados los gobiernos de las provincias han promovido la segregación, discriminación, el chantaje, la corrupción administrativa y el favoritismo en la prebenda del gobierno federal, acordada con la inhibición de la Legislatura y el respaldo del Poder Judicial.

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